La educación en situación de emergencias, el contexto de las caravanas

Tijuana, Marzo de 2019 – Mientras las caravanas atravesaban el resto del país, Tijuana padecía de brotes de nuevas rejas, púas y agentes militares en la frontera con Estados Unidos; Trump amenazando con políticas migratorias aún más restrictivas, grupos de personas xenófobas en la ciudad que se manifestaban de diversas maneras en contra de las personas centroamericanas en camino. El ambiente se tornaba tenso, algunas de las personas centroamericanas alojadas en la Casa del Migrante en Tijuana dejaban de ser contratadas en trabajos donde anteriormente aceptaban trabajadores extranjeros y/o habían recibido algún tipo de insulto en la calle. Se especulaba que los tiempos de espera de “la lista” de la garita de El Chaparral para que las personas cruzaran a EUA era de tres a seis meses. El gobierno municipal, mientras tanto, convocaba a los albergues en la ciudad para contabilizar espacios disponibles para las personas migrantes; la suma fue de 700 espacios entre todos los albergues en Tijuana. Esa cifra claramente no sería suficiente para atender a las 7 mil personas que esperaba recibir esta ciudad. En la Casa del Migrante en Tijuana teníamos clara la capacidad máxima del albergue, lo que estaba a prueba era qué tanto podríamos robustecer, al plazo inmediato, el sistema de inserción social con el que trabajábamos. Con el contexto previamente descrito, ¿cómo les haríamos llegar el mensaje de que ellas pertenecen a un lugar digno y seguro donde puedan construir sus vidas, independientemente del lado de la frontera en la que decidieran quedarse? […]

¿Cómo respondió la Casa del Migrante en Tijuana a las caravanas?

Mientras todo aquello ocurría, la Casa del Migrante en Tijuana, el albergue de mayor capacidad (150 personas) y trayectoria (31 años de experiencia) en la ciudad, recibía integrantes de las caravanas a cuentagotas ya que la mayoría de las personas – algunas entre bromas se hacían llamar “caravaneras”- habían desarrollado un sentido de pertenencia al colectivo bastante sólido y buscaban permanecer unidas en los albergues temporales que no necesariamente contaban con instalaciones adecuadas. No obstante, junto con el apoyo del ACNUR, la Casa del Migrante en Tijuana se esforzó por identificar en estos albergues temporales a personas con necesidades de protección internacional para canalizarlos a la COMAR, iniciar su solicitud de asilo en México y referirlos a alguno de los albergues con experiencia en atender población migrante y refugiada en la ciudad.

La Casa del Migrante en Tijuana ha generado desde hace tiempo un modelo de inserción social para las personas migrantes en México que incluye, además de las atenciones básicas como alojamiento y alimentación, a trabajadoras sociales, psicólogas, abogadas, médicos, encargados de tramitar documentos así como de inserciones laborales. Recientemente se ha ejecutado el Centro Scalabrini de Formación para Migrantes (CESFOM), el proyecto educativo de la Casa. Dicho equipo interdisciplinario trabaja de forma permanente dentro del albergue y atiende aproximadamente a 9,000 personas migrantes por año, mismos que pueden alojarse en las instalaciones 45 días como máximo.

Ante la situación de emergencia, ¿a qué aspiraba el modelo de inserción social de la Casa? […]

La Casa, por medio del CESFOM, buscaba justo ser un apoyo para que las personas migrantes y refugiadas – y quienes cuidan de ellas – descubrieran y nunca olvidaran, por más fronteras que atravesaran, su capacidad de florecer en cualquier parte del mundo en la que se encontraran. Y dicho objetivo lo lograríamos con la herramienta de resiliencia y libertad más poderosa: la educación.

El programa de educación en emergencias buscó atender el estado emocional a través de la terapia de grupo de las personas que es clave para que puedan desarrollar y fortalecer habilidades que les permitan protegerse de los riesgos inherentes a las circunstancias en las que se encuentran.

Por ejemplo, ante la incertidumbre sobre la respuesta por parte del gobierno mexicano y estadounidense ante sus solicitudes de asilo, la sensación de desarraigo, la separación familiar, la violencia a la que se han expuesto desde sus países de origen, entre otros factores, expone a las personas migrantes y refugiadas, a riesgos como el consumo de sustancias psicoactivas, deterioro de su salud mental, trata de personas, reclutamiento por parte del crimen organizado, tráfico ilícito de personas, entre otras. El programa también incluyó la enseñanza de habilidades para la vida que permitió a las personas migrantes y refugiadas afrontar a los desafíos de una nueva realidad y construir un plan de vida, por ello ofrecimos talleres en áreas de prevención de infecciones de transmisión sexual, capacitación sobre sus derechos humanos y laborales en México, clases de idiomas y computación. Procuramos fomentar en cada actividad valores como el respeto, la paz, la resolución de conflictos y la igualdad de derechos.

Al final del programa de educación en emergencias, logramos generar un espacio seguro para que las personas desarrollaran y fortalecieran sus habilidades propias para hacer frente a los nuevos desafíos. Facilitamos información clara para que cada uno pudiera tomar la decisión que le permitiera construir un futuro digno en el destino que ellos eligieran, mientras que el sentido de pertenencia y compañerismo se hizo notorio en el día a día dentro y fuera de las instalaciones de la Casa del Migrante. A principios de enero todos los participantes contaban con su tarjeta de visitante por razones humanitarias y habían comenzado a trabajar en la ciudad.

María José Juárez Becerra. Coordinadora operativa del CESFOM