El triste tramonto de naciones unidas en migración

Bogotá, 10 de enero de 2023 – Naciones Unidas nacen en 1940 en plena guerra mundial como esfuerzo para crear a nivel internacional un grupo de paz, una conciencia de solidaridad y de intervención en situaciones, que rebasan las fronteras y las capacidades de una nación. En un horizonte de guerra, de persecución racial, donde en nombre de la guerra muchos valores caen como bajo una guillotina, que no excluye a ningún tipo de cabeza, la decisión de formar un grupo de Naciones Unidas, hoy son 193, para que intenten ser supranacionales fue sin dudas una revolución.

Hoy en día el escenario ha cambiado, sin que las raíces que justificaron el nacer de Naciones Unidas como organismo independiente, haya terminado su propósito. Este es mi cruce hoy, entrando en un nuevo año, marcado por una guerra si no mundial, ciertamente con ecos y consecuencias en parte planetaria. Los alemanes tienen una expresión, que me gusta citar: Kreisen ziehen (crear círculos) y se aplica al efecto de una piedra lanzada en un estanque y que produce una serie de círculos siempre más amplios, hasta alcanzar la ribera más lejana.

Me refiero a la guerra en Ucrania, que aún delimitada por la frontera entre Rusia y la misma, han provocado toda una serie de oleaje colaterales desde la emigración con miles de refugiados, crisis alimenticia, consecuencias económicas por la dependencia energética de Europa y por los distintos embargos impuestos sobre Rusia. Naciones Unidas no puede intervenir de autoridad, sino simplemente moral, puesto que Rusia tiene poder de veto en seno a las mismas Naciones Unidas, por un poder otorgado al firmar la paz de la segunda guerra mundial en la conferencia de Yalta de 1945.

Sin entrar en detalles, una consecuencia directa que estamos viviendo cuantas y cuantos hemos dedicado nuestra misión, para acompañar los pueblos de la migración y por analogía los solicitantes de Refugio, así como a desplazados internos por conflictos militares o ideológicos, hemos sido afectados directamente. Las demandas de apoyo para las oleadas de migrantes y refugiados ha movido el fiel de la balanza hacia Ucrania y sus alrededores.

La solución más fácil fue cortar las raíces más lejanas del conflicto y moverse hacia la zona conflictiva. Por lo que se refiere a Colombia, la migración venezolana fue sacrificada sobre este nuevo altar de tragedia, cortando de tajo toda ayuda humanitaria a quien había sido por años unos de los principales destinatarios de Naciones Unidas.

La tristeza detrás de la fachada.

El canalizar recursos hacia una zona dramática claramente se auto justifica. Lo que deja perplejos, es el hecho de haber cortado a un sin número de ONG’s, comprometidas desde hace años en el campo humanitario de la movilidad forzada, de la noche a la mañana.

Indicaré unos rasgos desconocidos tal vez a la mayor parte del grande público.

  • Muchas ONG’s y la nuestra de los Misioneros de Scalabrini hemos empezado con nuestra mano tendida hacia los Venezolanos, sin algún apoyo externo, desde muchos años antes de que UN (Naciones Unidas) se asomara sobre este rincón el mundo
  • Muchos recursos fueron obra de caridad, entrega, sacrificios por parte de estas ONG’s
  • Ignorar de repente una problemática colombiana que no se ha ni definido ni solucionado ni el tema de los migrantes, ni de los solicitantes de Refugio y menos de los desplazados por una guerra intestina que sigue desde 50 años, no se puede justificar por otra guerra lejana miles de kilómetros de Colombia.
  • El duelo, el luto, el dolor, el desplazamiento, la vulnerabilidad y todo lo que conlleva la condición de Colombia hasta en nuestros días, no se puede borrar con una decisión tomada desde lo alto y con la duda de que tenga tintes de política con sus intereses muy seguido escondidos o camuflados.

Delante de este pequeño espejo, salen a relucir otros aspectos ignorados y sin embargo deprimentes, que nosotros de las ONG’s tragamos todos los días.

Quien escribe tiene 40 años de experiencia en medio de las migraciones de América Latina, con una experiencia en África, codo a codo con agencias de UN.

Me permito un pequeño elenco de estos tragos cotidianos y que tal vez nunca han llegado a las sedes de New York, Geneva, Ámsterdam donde hay representaciones oficiales de UN.

  • La burocracia engorrosa y exigente para llegar a un convenio y a su aplicación
  • Los formularios continuos que se tiene que llenar
  • Las socializaciones cada mes y las relaciones continuas, con la impresión de estar siempre bajo sospecha, espiados y controlados
  • El sentimiento de inferioridad delante de quien te da y exige que lo reconozcas
  • Una arrogancia callada donde tienes que reconocerte necesitado, pidiendo una limosna

Al mismo tiempo las agencias y sus funcionarios (hombres o mujeres) ignoran nuestro corazón empapado de la conflictualidad de los huéspedes que recibimos, con los que convivimos hasta en la noche, de la carga que llevamos oculta por el duelo y el dolor que compartimos, por la imposibilidad de resolver problemas que nos rebasan y que ninguna ayuda financiera puede abarcar.

Cuantas veces el llanto callado es la respuesta que ni el silencio puede expresar, la rabia reprimida por políticas que no podemos ni entender ni validar, por una ayuda reducida demasiadas veces a limosna o indiferencia.

Es difícil aceptar que funcionarios de UN hagan pesar su superioridad porque te reparten un dinero que han recibido para otros y que ellos no podrían entregar sin nuestra presencia y servicio como ONG’s.

El concepto de asistencialismo, donde muchas veces es derrochar dinero para aventar a los pocos días personas y familias a las que has dado la ilusión de un momento en la calle y confirmar así una circularidad de la migración condenada a retomar el camino una y otra vez.

Yo sé que estas reflexiones no cambiarán ninguna decisión ya tomada. Las expreso, como briza que dice al desierto… he movido unos granitos de tu polvo envejecido.

 

Padre Flor María Rigoni, c.s.
Director CIAMIS de Scalabrini en Colombia