«The Unheard Cry” El Papel de las Organizaciones Religiosas en respuesta a los Grandes Movimientos de Refugiados y Migrantes

El pasado 17 de septiembre, el padre Flor María Rigoni, Director del Hogar Scalabrini de Tapachula y Representante de la Red Internacional de Migración Scalabrini (SIMN, por sus siglas en inglés)  en México, realizó la siguiente intervención titulada “The Unheard Cry” (El Grito Insólito), en el evento paralelo organizado por el Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Caritas Internacional y la Comisión Internacional de Migración Católica, sobre “El Papel de las Organizaciones Religiosas en respuesta a los Grandes Movimientos de Refugiados y Migrantes” durante la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre Refugiados y Migrantes:

“Hoy represento la Red Scalabrini Casas del Migrante en México y América Central y parte de la iglesia mexicana. Sólo una estadística: en los últimos 30 años, desde la Fundación de la primera Casa, hemos recibido 700.005 inmigrantes, deportados o solicitantes de asilo. La Iglesia en México proporciona hoy 74 refugios para esta gente.

Aunque presentaré un enfoque holístico a partir de una perspectiva humanitaria, política y antropológica, hoy estoy aquí, no como hombre ni como misionero, ni siquiera como representante de un pueblo sin voz; hoy me presento ante ustedes como un hombre que se convirtió en un grito de desesperación y sigue apostando por un nuevo horizonte, porque los migrantes le han enseñado a inventar, día tras día, las razones de su canción de esperanza.

Durante los últimos 18 años, yo he ministrado un albergue para solicitantes de asilo en la frontera sur de México con Guatemala a cuyas puertas tenemos una pequeña Siria Latino Americana. Sí, el llamado Triángulo Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala) se ve afectado por una guerra civil no declarada. El flujo de migrantes que atendemos todos los días no pertenece a la categoría económica; no eligen la emigración para buscar un mejor estilo de vida, ni para trepar en la escala social… ellos escapan y huyen para sobrevivir. Una madre de 5 hijos me dijo: ‘padre, no olvide que en nuestro país, cargamos sobre los hombros nuestro ataúd día tras día, porque cada momento y cada lugar pueden ser nuestro cementerio sin cruz y flores’.

En efecto, Centroamérica parece no ser tan importante como Siria y su entorno; en el mapa del mundo es insignificante, como lo fue durante las guerras civiles de la década de los 80.

¿Quién se preocupa por ella? Aquí estoy yo, traspasado por el dolor de miles de personas, que se ha convertido en un grito que quisiera despertar en el desierto para salir del océano de la violencia y pedir ayuda.

Un ex guerrillero, oprimido por una tristeza profunda, me dijo un día: ‘usted recuerda padre, cómo en tiempos de la guerra civil las líneas del frente estaban claramente definidas: ejército y guerrilla. Hoy en día estamos rodeados por una jaula sin nombre, la muerte no tiene rostro; sin previo aviso, te pilla por sorpresa y te barre.

Mi tarea no es entrar en detalles ni señalar con el dedo a los posibles perpetradores. Mi grito no es un proceso político o un juicio, es desesperación y esperanza al mismo tiempo que me da el poder para apelar a las personas de buena voluntad.

Se trata de niños, mujeres y campesinos que huyen de cualquier lugar, que sueñan con un pedazo de tierra y una sociedad donde imperen el diálogo y la dignidad; en definitiva, un suelo mínimo de libertad, les podría devolver una sonrisa prohibida.

La gente habla de Estados fallidos, de quiebra económica, de disputas territoriales entre los cárteles de drogas; posiblemente todos están en lo correcto. Sin duda, nos enfrentamos a un pueblo en medio del caos, la confusión y el malestar por una estampida que alguien o algo ha desencadenado.

Tal vez es difícil de creer, pero me vi obligado a implantar un nuevo término en español: la orfandad de hermanos. Sí, esa es la verdad; cuando una niña o un niño alcanza la adolescencia y son interceptados por las pandillas de las diferentes calles, le dan de 12 a 72 horas para decidir unirse a ellos, de lo contrario es asesinado e incluso, algunas veces, decapitado; así, sus hermanos y hermanas menores saben que muy pronto también enfrentarán la misma encrucijada: convertirse en un bandido o en la diversión de una manada de lobos.

Permítanme concluir con una historia que me conmueve profundamente:

Se trata de una joven madre de Honduras, huésped en nuestro refugio, que un día decidió dirigirse a los Estados Unidos; dos semanas más tarde recibí una llamada suya, para darme las gracias y compartir su historia.

‘Padre, cuando llegamos a Matamoros, logramos conseguir un coyote que nos ayudara a cruzar el Río Bravo; tan pronto tocamos costa estadounidense recé mi sencilla oración: Oh Dios, te doy gracias, cumplí mi sueño.

En ese momento oí una voz intimidante que dijo: levanten las manos y den la vuelta lentamente; era un oficial de la Patrulla Fronteriza; me esposaron y me ordenaron entrar en el vehículo con otros’. De repente esta mujer comenzó a llorar en el teléfono y me dijo: ‘padre, que el Señor y usted me perdonen por lo que le diré; miré al oficial y le dije: oficial, hágame un último favor: saque su arma y dispáreme, para mí no hay retorno. Deje que mis hijos, que se quedaron con su abuela digan: por lo menos nuestra madre llegó a los Estados; el oficial permaneció en silencio un rato y finalmente me dijo: mujer, nunca te vi. Me desató y estoy llamando desde Chicago’.

Ese oficial no cumplió con las normas de la Patrulla Fronteriza, pero demostró el corazón de la nación americana.

Pido aquí lo mismo, honrar el espíritu de la ley, incluso si se rompe la letra de ésta; romper la regla del egoísmo y extender la mano a América Central.”

 

F. Flor María Rigoni