Ayer, 9 marzo de 2016, los distintos países de la Unión Europea prácticamente declararon cerrada la denominada ruta de los Balcanes para los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en países como Siria, Afganistán, Irak, Pakistán y Bangladesh, entre otros.
Hungría decretó estado de emergencia, lo que significa, entre otras cosas, un aumento de 1.500 soldados para controlar las fronteras del país, impidiendo el paso.
Macedonia, a su vez, blindó la frontera con Grecia, cortando cualquier posibilidad de cruzar los límites entre los dos países, medida que Serbia y Croacia ya habían tomado en los últimos meses.
Mientras tanto, más de 40 mil personas están bloqueadas en Grecia, sin contar a quienes todos los días continúan desembarcando en sus costas. Son en su mayoría refugiados de guerra o hambruna; refugiados que intentan desesperadamente entrar en el continente europeo, en busca de una nueva vida.
Se trata, evidentemente, de una multitud creciente y contenida en el medio de una doble barrera: por un lado, imposibilitada de avanzar; por el otro, impedida de volver a los puntos de origen, donde no es raro esperar persecución y muerte, cuando no miseria e igualmente «muerte a cuenta gotas».
Turquía pide ayuda financiera de la Unión Europea para ejercer un control más estricto del paso de los migrantes a través de su territorio. De hecho, millones de refugiados sirios, por ejemplo (¡pero no exclusivamente!) esperan pasar para continuar el camino hacia países europeos.
En medio de este complejo contexto, los gatos/coyotes-«mercaderes de carne humana» – toman ventaja de la población vulnerable, entre la cual crece el número de mujeres y menores no acompañados.
¿Qué se espera en un futuro inmediato o remoto? ¡Difícil de saber! Se habla, por ejemplo, de una nueva ruta, partiendo de Grecia y pasando por Albania, para arribar a Italia, donde existe una política migratoria más «humanitaria».
En Bruselas, se multiplican las reuniones de los países europeos («vértices» «cumbres»), pero parece que prevalece el miedo, la amenaza de lo desconocido, la deportación y otras «medidas cautelares», sin dejar de mencionar la confusión por parte de los medios de comunicación y de opinión pública entre migración, refugio, tráfico humano, terrorismo y crimen organizado.
La idea de criminalizar el fenómeno migratorio gana raíces, crece y se expande en las calles, plazas y la opinión pública en General.
P. Alfredo J. Gonçalves, cs
Roma, 10 de marzo de 2016