Mensaje del Superior General de los Misioneros Scalabrinianos, con ocasión de la 102da Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado
17 de enero 2016
Hace ya más de un siglo que la Iglesia dedica una jornada de reflexión y oraci6n por la humanidad migrante, deseando con esto Hamar la atención de los fieles, y de todo ser humano de buena voluntad, sobre esta porción del pueblo de Dios en camino sobre la tierra. En los últimos tiempos, sin embargo, cada dia del año ha sido marcado por el fenómeno de las migraciones o la búsqueda de refugio: millones de hombres, mujeres y menores de edad, con mucha frecuencia no acompañados, nos interpelan: en ellos, obligados a emprender viajes sin la garantía del futuro deseado, somos desafiados a reconocer el rostro familiar del Hijo de Dios y a hacer cada uno su parte.
Por una parte persisten numerosas, demasiadas situaciones de crisis y conflicto que no consientes vías de solución en la propia patria; por otro lado asistimos a una creciente y difusa insensibilidad ante la llegada de tantos desesperados y, con frecuencia, ante su muerte a pocos pasos de su salvación. Como consecuencia esta marea de humidad va quedando relegada a periferias deshumanas, cada vez más lejanas de nuestra atención: «cómo no ver en todo esto el fruto de la cultura de lo desechable que pone en peligro la persona humana, sacrificando hombre y mujeres a los ídolos de la ganancia y el consumo?», se preguntaba lacónicamente el papa Francisco el lunes pasado en un discurso ante el cuerpo diplomático.
La solución, en mi opinión, está únicamente en ei compromiso al lado y a favor de la persona migrante, prófuga y refugiada, mediante iniciativas realizadas en conjunto, con e objetivo de facilitar su inclusión en la sociedad, hacienda que cada quien sea partícipe en la construcción del propio futuro y rechazando de piano una cultura «del gueto» y deshumanizadora. Como misioneros tratamos de encontrar migrantes, prófugos y refugiados en los más variados caminos que recorren, escuchando en primer lugar su voz, y poniendo en acto, en segundo lugar, iniciativas o estructuras: actuando de este modo es que han surgido, en diferentes países, las casas del migrante; bajo esta óptica, hemos desarrollado la lógica del «crear redes» con quien, también desde la sociedad civil, recorre caminos análogos a los nuestros; con admiración hemos acompañado y visto crecer en los jóvenes la participación en iniciativas locales de generoso servicio así como la disponibilidad al voluntariado internacional; hemos visto con gratitud que muchas misiones, creadas para la asistencia de los emigrantes italianos, se han dejado acompañar en la apertura a nuevos hermanos y hermanas migrantes.
Hospitalidad y solidaridad son, por otro lado, los fundamentos de una cultura y de una sociedad solidaria, no menos que los signos de madurez humana y cristiana, elementos esenciales para la verdadera y tangible cultura del encuentro, tan a menudo mencionada por el papa Francisco, capaz de prevenir la caída en fundamentalismos o extremismos.
Que el Año Santo de la Misericordia sea para todos nosotros, la ocasión y la Hamada constante a construir juntas una renovada comunión con todo ser humano que migra en este mundo.
Roma, 14 de enero de 2016